¡Ecos de mi alma feroz!
Si tuviera que juzgarme como un romántico a través de la vista del movimiento del romanticismo, lo haría una y mil veces. Diría que soy un espiral de la muerte de intensas y profundas emociones; siento que mi corazón late al ritmo de la libertad, la cual rechaza las convenciones y todas las normas sociales que intentan encajar en la vida diaria. Lo recalcaré otra vez: mi romanticismo es una llama que arde con la intensidad de miles de cometas, “no es un fuego manso, sino un volcán que está en constante erupción, capaz de crear y destruir mundos como una misma pasión que el amor”. Soy rebelde, un soñador y obstinado, quien se atreve a desafiar lo establecido, siempre rechazando las cadenas de la razón y me dejo llevar por la fuerza irresistible de mis emociones.
Por amor, diría que soy una persona capaz de escalar las montañas más altas, navegar los mares más embravecidos, atravesar los fríos e inhóspitos desiertos. No me detendría ante ningún obstáculo porque mi amor sería como una brújula, la estrella que guíe mi camino y a la persona a quien estaría por el resto de mi vida le escribiría poemas fusionando la belleza del ser humano y del universo que refleje en la grandeza y la perfección de la creación.
Por lo mismo, mi visión romántica me conduce a pensar que la belleza humana no es nada más que una obra sublime, pero con arte en sí misma. Percibo la belleza en la imperfección, ya que nunca me han interesado la riqueza ni la fortuna; al contrario, puedo llegar a admirar las mismas flores que crecen en la basura. La naturaleza me inspira, siempre llenándome de asombro y admiración a los paisajes majestuosos e intimidantes, sus flores delicadas y los bosques impenetrables llegarán a ser la fuente de inspiración que jamás desaparecerá y para mi ser amado, la naturaleza será nuestra belleza solitaria, el refugio donde la pasión de los dos florecerá como la naturaleza misma, libre y feroz.
El arte presente en cada facción de mi lenguaje, mi forma de expresar la intensidad de mis sentimientos. Puedo llegar a crear obras no solo escritas, sino visuales, como la música, la pintura y la poesía, son mis herramientas para capturar la esencia que vive dentro de este ser romántico y así poder inmortalizarlo en el tiempo. Mi rebeldía siempre me persigue, puesto que jamás seré igual al resto, siempre dispuesto a romper las cadenas de lo cotidiano.
Si tuviera que juzgarme como un romántico a través de la vista del movimiento del romanticismo, lo haría una y mil veces. Diría que soy un espiral de la muerte de intensas y profundas emociones; siento que mi corazón late al ritmo de la libertad, la cual rechaza las convenciones y todas las normas sociales que intentan encajar en la vida diaria. Lo recalcaré otra vez: mi romanticismo es una llama que arde con la intensidad de miles de cometas, “no es un fuego manso, sino un volcán que está en constante erupción, capaz de crear y destruir mundos como una misma pasión que el amor”. Soy rebelde, un soñador y obstinado, quien se atreve a desafiar lo establecido, siempre rechazando las cadenas de la razón y me dejo llevar por la fuerza irresistible de mis emociones.
Por amor, diría que soy una persona capaz de escalar las montañas más altas, navegar los mares más embravecidos, atravesar los fríos e inhóspitos desiertos. No me detendría ante ningún obstáculo porque mi amor sería como una brújula, la estrella que guíe mi camino y a la persona a quien estaría por el resto de mi vida le escribiría poemas fusionando la belleza del ser humano y del universo que refleje en la grandeza y la perfección de la creación.
Por lo mismo, mi visión romántica me conduce a pensar que la belleza humana no es nada más que una obra sublime, pero con arte en sí misma. Percibo la belleza en la imperfección, ya que nunca me han interesado la riqueza ni la fortuna; al contrario, puedo llegar a admirar las mismas flores que crecen en la basura. La naturaleza me inspira, siempre llenándome de asombro y admiración a los paisajes majestuosos e intimidantes, sus flores delicadas y los bosques impenetrables llegarán a ser la fuente de inspiración que jamás desaparecerá y para mi ser amado, la naturaleza será nuestra belleza solitaria, el refugio donde la pasión de los dos florecerá como la naturaleza misma, libre y feroz.
El arte presente en cada facción de mi lenguaje, mi forma de expresar la intensidad de mis sentimientos. Puedo llegar a crear obras no solo escritas, sino visuales, como la música, la pintura y la poesía, son mis herramientas para capturar la esencia que vive dentro de este ser romántico y así poder inmortalizarlo en el tiempo. Mi rebeldía siempre me persigue, puesto que jamás seré igual al resto, siempre dispuesto a romper las cadenas de lo cotidiano.