Yo sí me considero una persona muy romántica, aunque estoy seguro de que no siempre va a ser algo fácil.
Sí, lo soy. Y no porque me guste regalar flores, regalar peluches, regalar chocolates o escribir frases bonitas, sino porque cuando amo, lo doy todo. Y no hablo solo de decir un te quiero o andar de la mano por ahí. Hablo de amar de verdad, de ese amor que te tiene en las ansias de esperar un mensaje de esa persona, que te mantiene en un limbo, preguntándote si esa persona también te piensa, si siente lo mismo, si en algún rincón de su día se detiene a pensarte, aunque sea por un momento.
Ese amor que no se puede esconder, que te hace sonreír sin darte cuenta, que te pone nervioso con solo imaginar que vas a verlo o verla. El tipo de amor que no necesita grandes gestos, porque con una mirada ya te cambia el día, con una palabra ya te tranquiliza y te hace suspirar.
Sé que soy capaz de dejarlo todo por amor. Todavía no lo he hecho, no porque no quiera, sino porque siento que no ha llegado la persona indicada. Pero cuando llegue, cuando de verdad aparezca alguien que me haga sentir que el mundo es un lugar más bonito solo por existir en el mismo tiempo que yo, entonces sí, no voy a dudar. Seré capaz de dejarlo todo. No por capricho, ni por rebeldía, sino porque amaré con el corazón.
Cuando uno está enamorado de verdad, no piensa en las consecuencias. Solo sigue lo que siente. Y yo sé que, cuando me toque, lo seguiré. No me importará si tengo que empezar de cero, si tengo que irme a vivir lejos, si tengo que cambiar mis planes. Si es por amor, todo valdrá la pena. Porque el amor real es así, te empuja, te transforma, te vuelve loco, pero también te hace sentir más vivo que nunca.
Cuando esa persona llegue, lo sabré. Porque algo en mí va a encajar, y entonces no voy a tener miedo de dejarlo todo atrás. Porque lo que viene cuando uno ama así, vale mucho más que cualquier cosa que se deja.