Desde mi punto de vista, la comunicación política se ha vuelto un componente indispensable en las democracias contemporáneas porque es el mecanismo a través del cual se configura la relación entre poder y ciudadanía. Ya no basta con gobernar bien o tomar decisiones estratégicamente acertadas; en la actualidad, todo eso debe explicarse, justificarse y, sobre todo, conectar con las emociones y preocupaciones de las personas.
Vivimos en una era donde el acceso a la información es inmediato, pero también caótico. La ciudadanía se enfrenta a múltiples discursos que compiten por su atención y por su confianza, y ahí es donde la comunicación política entra en juego: como una herramienta para ordenar ese ruido, para dar sentido y coherencia a las acciones del poder, y también para abrir espacios de diálogo.
Informa y educa a la ciudadanía
En una democracia, los ciudadanos necesitan información clara, precisa y oportuna para tomar decisiones informadas. La comunicación política permite transmitir propuestas, explicar políticas públicas y dar a conocer posturas ideológicas de los distintos actores.
Fortalece la participación ciudadana
Una comunicación política efectiva motiva a las personas a participar en los procesos democráticos, como votar, debatir, organizarse o involucrarse en asuntos públicos. Sin información accesible y comprensible, la participación se ve limitada.
Promueve la rendición de cuentas
Los gobernantes deben comunicar sus decisiones y justificar sus acciones. Esto facilita que los ciudadanos evalúen su desempeño, exijan transparencia y ejerzan presión cuando sea necesario.