En un contexto social y político profundamente marcado por la polarización y la incertidumbre, el cierre de campaña de la candidata presidencial Luisa González nos invita a reflexionar sobre el valor de la unidad como motor de transformación. Su mensaje no solo interpela a sus simpatizantes, sino que busca tocar las fibras más profundas de un país que anhela reconciliación, estabilidad y un nuevo rumbo.

Al declarar que “se acabó el odio, se acabó la confrontación”, González plantea una visión que trasciende las líneas partidistas, proponiendo un horizonte en el que el diálogo y la inclusión se posicionan como pilares fundamentales para la reconstrucción del tejido social. El respaldo recibido desde diversos sectores  incluyendo movimientos indígenas, organizaciones políticas de izquierda y de derecha refleja un momento histórico donde las diferencias ceden paso al entendimiento común por el bien de la nación.

En este camino hacia las urnas, el llamado a votar con convicción no es solo un acto democrático, sino también un ejercicio de esperanza. La propuesta de créditos para mujeres emprendedoras y la promesa de una economía digna sin injerencia extranjera simbolizan el deseo de un país más justo, equitativo y soberano.

Hoy más que nunca, Ecuador necesita creer en su capacidad de sanar, de construir en conjunto y de soñar sin miedo. Porque la verdadera fortaleza de una nación no está en sus divisiones, sino en su capacidad de unirse por un propósito común: un futuro mejor para todos y todas.

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