Promover el respeto por la identidad de género, desde mi perspectiva como comunicadora, implica asumir una responsabilidad ética en la manera en que transmitimos mensajes, creamos contenido y participamos en el diálogo público. La comunicación no solo informa: moldea percepciones, desafía estigmas y puede abrir caminos hacia una sociedad más empática.
Para empezar, creo que el lenguaje es una herramienta poderosa. Utilizar términos inclusivos y respetuosos, reconocer los pronombres que cada persona elige y visibilizar experiencias diversas son pasos esenciales. No se trata solo de ser políticamente correctos, sino de humanizar las historias que compartimos y dar voz a quienes históricamente han sido silenciados o mal representados.
Además, como comunicadora, es vital cuestionar estereotipos en los medios y trabajar activamente para no reproducir prejuicios. Mostrar representaciones auténticas y variadas de personas trans y no binarias —más allá de narrativas de sufrimiento— ayuda a construir comprensión y respeto.
Finalmente, promover el respeto por la identidad de género también significa abrir espacios de conversación, educar y, sobre todo, escuchar. Es en el intercambio honesto donde muchas barreras caen. La comunicación no solo se trata de hablar, sino de crear puentes. Y en ese proceso, podemos contribuir a una sociedad más justa, donde cada persona pueda vivir y expresarse con dignidad.