La evaluación educativa es un proceso continuo y personalizado dentro del sistema de enseñanza-aprendizaje cuyo objetivo es conocer la evolución de cada estudiante para, si es necesario, adoptar medidas de refuerzo o de compensación para garantizar que se alcanzan los objetivos educativos definidos para su nivel.
Es un proceso que debe llevarse a cabo de forma continua y personalizada que ha de tener por objeto tanto los aprendizajes de los alumnos como los procesos de enseñanza”.
Por lo tanto, la toma de decisiones pedagógicas, que se puede entender como la acción docente sobre el desempeño del estudiante, constituye uno de los principales propósitos de la evaluación. Como facilitadores, debemos tener presente que la evaluación educativa responde a tres funciones básica.
Refuerzo: convierte el proceso evaluativo en una actividad satisfactoria para el alumno, reconociendo su esfuerzo y rendimiento incluyendo los aspectos positivos de su desempeño.
Informar sobre el desempeño: consiste en conocer qué logros se están obteniendo a través de las actividades, con lo cual se puede alcanzar un aprendizaje significativo, ya que permite elaborar estrategias que sean adecuadas para el alumno, promoviendo su desarrollo.
La autoconciencia: genera un grado de autoconciencia en el alumno acerca de cómo se aprende, cómo se piensa y cómo se actúa. Refiere a una autorregulación autónoma o propio control del individuo respecto a su desempeño