Una simple compañía puede cambiar por completo nuestra manera de ver el mundo, enseñarnos a amar con más ternura y a valorar lo que realmente importa. Estudiar lejos de casa no es fácil. De lunes a viernes estoy en Riobamba concentrada en mis clases, pero desde que salgo de casa, ya empiezo a extrañar a mis gatitos, ya que ellos, sin saber leer ni hablar, entienden todo lo que les digo. Y cada viernes, cuando vuelvo a Ambato, ahí están, esperándome emocionados porque ya me ven llegar. Sus ronroneos, sus juegos, sus miradas curiosas y ese amor incondicional que me dan son mi motorcito de cada día. Ellos no me preguntan cómo me fue, pero se acuestan junto a mí cuando estoy cansada, no me dicen que me quieren, pero lo siento en cada gesto suyo. Y yo, sin duda, también los amo con todo mi corazón. Sé que algún día no estarán, y esa idea me llena de mucha tristeza. Pero trato de disfrutar cada momento con ellos, de cuidarlos como ellos me cuidan a mí, de abrazarlos fuerte cada vez que puedo. Porque ellos no son solo mis mascotas, son mis bbs, son mi otra mitad, como yo les sé decir, ya que son los protagonistas de mis días felices. Gracias a ellos he aprendido a entender que el verdadero amor no necesita palabras. A veces viene envuelto en cuatro patitas, en una colita que se mueve cuando te ve llegar, en un par de ojos brillantes que te miran como si fueras su mundo entero. Adopta, no compres, ya que hay miles de gatitos esperando una oportunidad para dar amor. Si alguna vez sientes que necesitas una compañía que te escuche sin juzgar, que te abrace con su ronroneo y que te devuelva la paz, adopta. Cambiarás su vida y ellos cambiarán la tuya para siempre.
Mis adorables compañías
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