Después de analizar y reflexionar sobre las exposiciones realizadas en clases destaco como principal enseñanza que los saberes ancestrales —manifestados en prácticas como las limpias— representan una forma viva de memoria ecológica. A través de expresiones como la danza, la música y la oralidad, no solo se conservan conocimientos de sanación, sino que también se sostiene una relación espiritual y respetuosa con la naturaleza. Esta perspectiva va más allá del simple uso de los recursos naturales y se fundamenta en una cosmovisión de reciprocidad con el entorno. Esta visión se refleja en tres aspectos fundamentales:
La naturaleza como ser espiritual, no como recurso: Para las comunidades kichwas de San Luis de los Reyes, la naturaleza está compuesta por seres vivos —plantas, ríos, montañas (Apus)— con los que se establece una conexión espiritual. Las limpias, que utilizan hierbas como el romero o incluyen rituales de agradecimiento a la Pachamama, son actos de comunicación que buscan restaurar el equilibrio entre lo humano y lo natural.
La cultura como guardiana de la biodiversidad: La recolección de plantas medicinales como la artiga, la menta o el eucalipto no es aleatoria, sino guiada por conocimientos transmitidos de forma oral a lo largo de generaciones. De este modo, la cultura actúa como protectora del entorno andino, mostrando cómo la identidad colectiva está profundamente vinculada a la conservación ambiental.
La amenaza como pérdida biocultural: Las limpias enfrentan peligros concretos como la destrucción del hábitat o la estigmatización cultural. Su desaparición no implicaría solo la pérdida de una práctica, sino también el debilitamiento de una memoria ecológica que enseña a convivir en equilibrio con el territorio.
En conclusión, este saber ancestral me deja una enseñanza clara: la sanación del cuerpo, de la cultura y del ambiente están profundamente entrelazadas. Preservar estas prácticas es defender una forma de coexistencia donde el ser humano no se impone sobre la naturaleza, sino que aprende a vivir en armonía con ella, desde el respeto, la gratitud y el reconocimiento mutuo. Un aprendizaje esencial ante la crisis climática y la amenaza de la uniformidad cultural.