El caso de Cambridge Analytica nos mostró cómo los datos personales que compartimos en redes sociales pueden ser usados sin que lo sepamos para manipular lo que pensamos y cómo votamos. Todo empezó con un test de personalidad en Facebook, creado por un investigador. Gano axeso a la información de 87 millones de usuarios de Facebook en el mundo en 10 países.
Esa información fue vendida a Cambridge Analytica, una empresa que trabajó para la campaña de Donald Trump en 2016. Con esos datos, crearon perfiles psicológicos de los votantes y les enviaron mensajes políticos hechos a medida para influir en su forma de pensar y votar. Esta práctica se llama microtargeting, y aunque es legal en algunos países, genera muchas dudas éticas.
Este escándalo dejó en evidencia que plataformas como Facebook no protegieron bien la privacidad de sus usuarios, y que no existen reglas claras sobre cómo se pueden usar nuestros datos con fines políticos. También mostró que este problema no es solo de Estados Unidos, sino que ha ocurrido en otros países como Brasil, Nigeria y Kenia.
Esa información fue vendida a Cambridge Analytica, una empresa que trabajó para la campaña de Donald Trump en 2016. Con esos datos, crearon perfiles psicológicos de los votantes y les enviaron mensajes políticos hechos a medida para influir en su forma de pensar y votar. Esta práctica se llama microtargeting, y aunque es legal en algunos países, genera muchas dudas éticas.
Este escándalo dejó en evidencia que plataformas como Facebook no protegieron bien la privacidad de sus usuarios, y que no existen reglas claras sobre cómo se pueden usar nuestros datos con fines políticos. También mostró que este problema no es solo de Estados Unidos, sino que ha ocurrido en otros países como Brasil, Nigeria y Kenia.