El uso de datos en la política estadounidense ha evolucionado de simples encuestas a sofisticados sistemas de microtargeting, bases de datos masivas y manipulación de estadísticas públicas. Estas prácticas han impactado profundamente la democracia: incrementan la polarización, erosionan la confianza ciudadanía y facilitan propaganda silenciosa. Las respuestas regulatorias —como transparencia en plataformas y protección de privacidad— aún son parciales y fragmentadas, lo que dificulta contrarrestar el poder político de los datos.