El saber ancestral contribuye a las empresas con principios como el respeto hacia el medio ambiente, la colaboración grupal y el conocimiento colectivo, lo cual puede potenciar la responsabilidad social y una gestión empresarial más sostenible.
Asimismo, impulsa comportamientos éticos y solidarios que favorecen un mejor clima laboral y fortalecen los vínculos con las comunidades.
Su incorporación también puede otorgar identidad cultural a los productos y facilitar la apertura hacia nuevos mercados.
Además, incentiva un uso consciente de los recursos y la protección del entorno natural.