En mi opinión, los métodos que está aplicando China representan un cambio radical en la forma de enseñar y aprender. Usar tecnología como bandas electrónicas y chips para monitorear a los estudiantes puede parecer extremo, pero también ofrece oportunidades para personalizar la enseñanza y detectar a tiempo dificultades académicas o emocionales. Creo que, si se usa con responsabilidad, puede ser una herramienta poderosa para mejorar el rendimiento y fortalecer el vínculo entre escuela y familia.

Sin embargo, también pienso que es necesario tener mucho cuidado con los límites. La vigilancia constante puede generar estrés, ansiedad y afectar la libertad de los estudiantes. Por eso, aunque veo con interés este enfoque, considero que debe estar guiado por principios éticos que prioricen el bienestar humano por encima del control. La tecnología en la educación debe ser un apoyo, no un medio de presión.