Desde la época en que Joaquín Gallegos Lara escribió Las cruces sobre el agua, la sociedad ecuatoriana ha experimentado importantes transformaciones, pero también mantiene ciertas estructuras de poder que siguen reproduciendo desigualdades. En su obra, Gallegos denuncia con crudeza la injusticia social, el abuso del poder político y la represión violenta del pueblo trabajador. Al analizar su contexto y compararlo con la actualidad, se vuelve inevitable preguntarse, ¿realmente hemos cambiado tanto como nos imaginamos?
Hoy en día, gozamos del derecho al voto, la libertad de prensa y una mayor conciencia ciudadana sobre los derechos humanos. La sociedad actual es un poco más crítica, y muchas personas se organizan para exigir justicia y equidad. Además, sectores históricamente marginados, como las mujeres, los pueblos indígenas y los trabajadores, han ganado espacios de participación y representación. Esto contrasta con la época de Gallegos Lara, donde la voz del pueblo era sistemáticamente silenciada.
Sin embargo, lo que permanece igual y esto es lo más preocupante, es la persistencia de una profunda desigualdad estructural. La concentración de la riqueza, la corrupción en las instituciones públicas y la falta de oportunidades reales para los sectores populares son problemas que aún no se han resuelto. La represión del Estado frente a las protestas sociales también nos recuerda que, en muchos sentidos, seguimos repitiendo patrones del pasado. Así como los obreros que fueron masacrados por exigir mejores condiciones en 1922, hoy vemos cómo muchas demandas sociales aún son ignoradas o criminalizadas.
En ese sentido, “Las cruces sobre el agua” no es solo una obra histórica, es un llamado urgente a no olvidar. Gallegos Lara no escribió desde la neutralidad, sino desde el compromiso social y político. Su literatura refleja una verdad incómoda que sigue teniendo presencia en nuestra sociedad. Leerlo hoy nos obliga a pensar en cuánto de aquella injusticia todavía existe disfrazada de modernidad y progreso.
Por eso, más que conformarnos con los avances logrados, debemos asumir una postura crítica frente a nuestro presente. La historia no debe repetirse, pero tampoco debe idealizarse el cambio. La evolución social no es lineal ni garantizada, eso ya depende de la memoria, la educación y la participación activa. Gallegos Lara nos dejó una obra profundamente humana y revolucionaria, que sigue exigiéndonos una transformación auténtica para un buen futuro, no solo el mensaje de su obra, sino la práctica cotidiana que debemos cumplirla.