Integrantes: Sagñay Abner – Gualpa Nicolás
Video 1:
En China, la educación ha comenzado a transformarse de forma radical con la incorporación de tecnologías basadas en inteligencia artificial, uno de los ejemplos más impactantes ha sido el uso de bandas electrónicas que, tras una breve meditación, comienzan a recopilar información sobre la actividad cerebral de los estudiantes, esta información se transfiere a una computadora, donde se analiza para mejorar el rendimiento académico. Se busca asegurar que los estudiantes mantengan altos niveles de concentración en clase y, gracias a algoritmos avanzados, se detectan patrones emocionales que permiten adaptar el proceso educativo a las necesidades individuales de cada estudiante, esto significa que cada alumno podría recibir una atención más personalizada, optimizando el potencial de la IA en beneficio propio.
Además, la IA permite una corrección automática de errores en la escritura, eliminando fallas comunes y facilitando una retroalimentación, también se está dejando de lado el enfoque tradicional de memorizar y recitar, ya que ahora se pueden generar respuestas y rutas de aprendizaje más adecuadas según el perfil de cada estudiante. Pero esta revolución tecnológica no está libre de desafíos, pues el uso constante de inteligencia artificial para observar y evaluar cada detalle del comportamiento estudiantil ha generado una fuerte presión, sobre todo en países asiáticos donde la competencia académica es ya intensa, esto ha provocado un aumento del estrés y del miedo al fallo, ya que los sistemas pueden registrar y analizar cada pequeño desliz.
En este contexto, es vital reflexionar sobre los límites y el equilibrio necesario en el uso de la IA en la educación, ya que si bien ofrece oportunidades para personalizar la enseñanza y potenciar el rendimiento, también impone riesgos en términos de salud mental y libertad educativa. China debería aprovechar al máximo las capacidades de estas tecnologías sin deshumanizar el proceso educativo ni sacrificar la creatividad y el bienestar emocional de sus estudiantes.
Video 2:
La denominada quinta revolución social plantea una transformación profunda en la forma en que concebimos la educación, impulsada por los avances tecnológicos y la necesidad de adaptarse a las nuevas generaciones. La Dubai Future Foundation publicó una proyección sobre cómo será la educación en el futuro, hablándonos de un un escenario donde se desarrollarán nuevos medios y herramientas diseñados específicamente para los jóvenes de hoy. Entre los cambios más destacados se encuentra la incorporación de la programación en las mallas curriculares, promoviendo así un enfoque más técnico, lógico y acorde con las demandas del mundo actual.
Este modelo de futuro promete un vínculo cercano y constante entre el ser humano y la tecnología, al punto de casi fusionarse uno con otro, pero, aunque esta visión asegura un porvenir óptimo y tecnológicamente avanzado, también puede sonar algo exagerada. Por ejemplo, el video al que se hace referencia, probablemente producido en 2020, aseguraba que en 2021 las gafas de realidad virtual serían parte habitual de nuestra vida diaria. Hoy, en 2025, ese pronóstico aún está lejos de cumplirse, incluso en sociedades consideradas de primer mundo, y mucho más en países como Ecuador, donde los desafíos económicos, sociales y educativos ralentizan la adopción de estas tecnologías.
Video 1:
En China, la educación ha comenzado a transformarse de forma radical con la incorporación de tecnologías basadas en inteligencia artificial, uno de los ejemplos más impactantes ha sido el uso de bandas electrónicas que, tras una breve meditación, comienzan a recopilar información sobre la actividad cerebral de los estudiantes, esta información se transfiere a una computadora, donde se analiza para mejorar el rendimiento académico. Se busca asegurar que los estudiantes mantengan altos niveles de concentración en clase y, gracias a algoritmos avanzados, se detectan patrones emocionales que permiten adaptar el proceso educativo a las necesidades individuales de cada estudiante, esto significa que cada alumno podría recibir una atención más personalizada, optimizando el potencial de la IA en beneficio propio.
Además, la IA permite una corrección automática de errores en la escritura, eliminando fallas comunes y facilitando una retroalimentación, también se está dejando de lado el enfoque tradicional de memorizar y recitar, ya que ahora se pueden generar respuestas y rutas de aprendizaje más adecuadas según el perfil de cada estudiante. Pero esta revolución tecnológica no está libre de desafíos, pues el uso constante de inteligencia artificial para observar y evaluar cada detalle del comportamiento estudiantil ha generado una fuerte presión, sobre todo en países asiáticos donde la competencia académica es ya intensa, esto ha provocado un aumento del estrés y del miedo al fallo, ya que los sistemas pueden registrar y analizar cada pequeño desliz.
En este contexto, es vital reflexionar sobre los límites y el equilibrio necesario en el uso de la IA en la educación, ya que si bien ofrece oportunidades para personalizar la enseñanza y potenciar el rendimiento, también impone riesgos en términos de salud mental y libertad educativa. China debería aprovechar al máximo las capacidades de estas tecnologías sin deshumanizar el proceso educativo ni sacrificar la creatividad y el bienestar emocional de sus estudiantes.
Video 2:
La denominada quinta revolución social plantea una transformación profunda en la forma en que concebimos la educación, impulsada por los avances tecnológicos y la necesidad de adaptarse a las nuevas generaciones. La Dubai Future Foundation publicó una proyección sobre cómo será la educación en el futuro, hablándonos de un un escenario donde se desarrollarán nuevos medios y herramientas diseñados específicamente para los jóvenes de hoy. Entre los cambios más destacados se encuentra la incorporación de la programación en las mallas curriculares, promoviendo así un enfoque más técnico, lógico y acorde con las demandas del mundo actual.
Este modelo de futuro promete un vínculo cercano y constante entre el ser humano y la tecnología, al punto de casi fusionarse uno con otro, pero, aunque esta visión asegura un porvenir óptimo y tecnológicamente avanzado, también puede sonar algo exagerada. Por ejemplo, el video al que se hace referencia, probablemente producido en 2020, aseguraba que en 2021 las gafas de realidad virtual serían parte habitual de nuestra vida diaria. Hoy, en 2025, ese pronóstico aún está lejos de cumplirse, incluso en sociedades consideradas de primer mundo, y mucho más en países como Ecuador, donde los desafíos económicos, sociales y educativos ralentizan la adopción de estas tecnologías.