Democracia temprana: ¿Están listos los adolescentes para decidir?

Democracia temprana: ¿Están listos los adolescentes para decidir?

de AZOGUE LUNA CYNTHIA YAJAIRA -
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El voto es un mecanismo de participación junto a otros como la vinculación a organizaciones, el debate público, la protesta, etc.  El voto y las decisiones electorales de los individuos dependen de una serie de factores de la cultura política que tienen que ver con su interés por la política, su predisposición a tomar parte en la esfera pública y sus actitudes hacia la democracia. Es decir, el derecho al voto es uno de los pilares fundamentales de toda democracia. En muchos países, la edad mínima para votar es de 18 años; sin embargo, en los últimos años se ha debatido si los adolescentes deberían tener este derecho a partir de los 16. Algunos países, como Argentina, Brasil, Austria y Ecuador, ya han implementado el voto a partir de esa edad, con resultados que han generado un intenso debate académico y político.

No obstante, muchos estudios sostienen que los adolescentes de 16 y 17 años tienen suficiente madurez cognitiva y capacidad de razonamiento para participar responsablemente en procesos electorales. Algunos estudios en neurociencia han mostrado que, si bien el desarrollo emocional continúa en la adolescencia, la capacidad de tomar decisiones razonadas en contextos cívicos está bastante desarrollada a los 16 años, además, se argumenta que permitir el voto desde esta edad fortalecería la participación cívica temprana y podría consolidar hábitos democráticos duraderos. Por otro lado, quienes se oponen señalan que a los 16 años muchas personas aún no tienen suficiente experiencia de vida ni conocimientos políticos para emitir un voto informado. También hay preocupaciones sobre la posible influencia de los adultos en sus decisiones o una baja motivación para participar.

En definitiva, si los adolescentes deberían votar desde los 16 años refleja tensiones entre la tradición democrática y la evolución de las sociedades modernas. Por un lado, se reconoce la creciente capacidad de los jóvenes para comprender y participar en asuntos públicos; por otro, persiste el temor a que esa participación sea inmadura o manipulable. Lo cierto es que el derecho al voto no solo implica un acto político, sino también una oportunidad educativa y formativa. Al abrir esta posibilidad a los más jóvenes, las democracias podrían fortalecerse al fomentar una ciudadanía más activa desde etapas tempranas. Sin embargo, esto también exige repensar cómo se educa para la participación política (Bastidas, 2013).

Bastidas, C. (2013). Voto facultativo de jóvenes en Ecuador: una cuestión de confianza y expectativas sobre la democracia. Revista Democracias, 1-22. https://revistainstitutodemocracia.com/index.php/democracias/article/view/3/3

Pregunta para el debate 

En este contexto, ¿Deberían votar los adolescentes desde los 16 años?