Oriente, del año de 1879

Las brasas siguen desgarrando los vestigios que quedan de mi corazón destruido por tu partida. Desde mi propio cielo o el infierno, recuerdo tu dulce rostro y los momento que pasamos juntos. Aún me sigue invadiendo la sorpresa por haberme enamorado de mi hermana, sin embargo, dicho amor encontró al fin su cause y concluyó en su transformación a un amor fraternal. El corazón se me hincho de felicidad y el regocijo recorrió mi cuerpo al saber que al fin pude encontrar a mi hermana, después de tanto tiempo sufriendo su perdida y su ausencia, pero ahora que no estas, que no puedo sentir tu calor ni tu compañía no me queda más que ahogarme en tu recuerdo. Muchas veces le he preguntado al destino e incluso a Dios por qué todo tuvo que terminar de tal manera, por qué no nos dieron tiempo para vivir la vida juntos, de poder llamarte hermana, de seguir conociéndote, no sabes cuanto les he preguntado, pero parece que sus oídos se han cerrado ante mis palabras y no consigo respuestas, tan solo el silencio y la soledad me acompañan aquí, en esta nada tan inmensa y grande, donde camino sin parar, mis pasos dejan huellas en la arena y las lágrimas son lo único que siento recorrer mi rostro, la sonrisa me ha abandonado desde hace ya mucho tiempo. No sé si te volveré a ver algún día, pero no me rindo y sigo pidiéndole a Dios que me conceda tal deseo, y hasta que se me cumpla espero que estés donde estés, te encuentres bien, que continúes regalando tu sonrisa a quienes lo merecen, que no estés tan preocupada por mí, espero que tus ojos no se llenen de lágrimas a diario, ojalá Dios te haya regalado la dicha de recordar tan solo los momentos felices y que tu corazón este tan brillante y cargado de luz como cuando te vi por primera vez.

Te quiere,
Tu Carlos.