Carta de Yaguarmaqui a su pueblo
Mis valientes hijos de la selva:
Desde lo más profundo de mi alma les hablo hoy, no solo como su cacique, sino como el padre que ha visto su linaje golpeado por el dolor, por la injusticia y por la furia del invasor. Mi corazón sangra por la pérdida de mi hija, la dulce Cumandá, flor mestiza que creció entre dos mundos y que la crueldad del destino me arrancó de los brazos.
Pero no escribo solo para llorar. Les escribo para recordarles quiénes somos. Somos los herederos de esta tierra, los guardianes de sus ríos, sus árboles y sus espíritus. No permitamos que el odio nuble nuestras decisiones ni que el deseo de venganza nos quite lo que aún nos queda: nuestra dignidad.
El mestizo también sufre, también ama, también muere por esta tierra. Aprendamos a ver con el corazón y no solo con la herida. Si queremos justicia, no la busquemos con la lanza ciega, sino con la sabiduría del jaguar que observa antes de atacar.
Cumandá, desde el cielo de nuestros antepasados, nos mira. Que su memoria sea un puente y no una llama que destruya.
Con fuerza y con esperanza,
Yaguarmaqui