El examen clínico traumatológico en fisioterapia es una etapa fundamental en la valoración y tratamiento de pacientes que han sufrido lesiones musculoesqueléticas. Este proceso permite al fisioterapeuta obtener una visión detallada del estado funcional del paciente, identificar disfunciones, y establecer un plan terapéutico adecuado a sus necesidades específicas. A través del examen clínico, se recopila información crucial sobre el origen del dolor, las limitaciones del movimiento, la fuerza muscular, la integridad neurológica y la capacidad funcional general.
El examen clínico traumatológico comienza con una anamnesis exhaustiva, en la que el fisioterapeuta interroga al paciente sobre el mecanismo de la lesión, los síntomas actuales, los antecedentes personales y familiares, el tratamiento médico recibido (como cirugías o inmovilizaciones), y el impacto de la lesión en sus actividades diarias. Esta fase inicial no solo ayuda a establecer una hipótesis diagnóstica, sino que también permite al profesional comprender las expectativas del paciente y sus objetivos de recuperación.
Posteriormente, se lleva a cabo la exploración física, una fase clave del examen clínico. En esta etapa, se evalúan aspectos como la postura, el rango de movimiento activo y pasivo, la fuerza muscular, la presencia de dolor durante el movimiento, la sensibilidad, los reflejos y los signos de inestabilidad o alteración articular. El fisioterapeuta puede también realizar pruebas ortopédicas o especiales, diseñadas para confirmar o descartar ciertas lesiones, como roturas de ligamentos, tendinopatías o compresiones nerviosas.
Otro componente esencial del examen clínico traumatológico es la evaluación funcional, que permite valorar la capacidad del paciente para realizar movimientos o tareas específicas de la vida diaria o del deporte. Este análisis funcional ayuda a establecer un punto de partida claro para el tratamiento y a medir los progresos durante la rehabilitación.
En fisioterapia, el examen clínico no se realiza una sola vez, sino que se repite y se actualiza conforme el paciente evoluciona. Esto permite ajustar los objetivos terapéuticos y adaptar el tratamiento de manera individualizada. Además, un buen examen clínico facilita la comunicación con otros profesionales de la salud, como médicos traumatólogos, fisiatras y ortopedistas, favoreciendo un abordaje multidisciplinario y coordinado.