Como ciudadana, mi primer paso es cuestionar mis propios prejuicios. Reconozco que a veces tenemos ideas preconcebidas sobre otras culturas que vemos en Ecuador, como los pueblos indígenas o la comunidad afroecuatoriana. Por eso, me autoeduco, busco información diversa y de fuentes confiables para desaprender estereotipos. Practico el diálogo y la escucha activa, abriéndome a entender las experiencias de los demás con empatía, sin juzgar. También me esfuerzo por apoyar y dar visibilidad a todas las culturas, consumiendo sus productos, asistiendo a sus eventos y usando un lenguaje respetuoso. Finalmente, me involucro en mi comunidad, apoyando a quienes luchan por los derechos y exigiendo a las autoridades políticas que garanticen una sociedad más justa e inclusiva.
Como Docente en formación, mi aula es un lugar clave para que todos se entiendan y se respeten de verdad. Lo primero es enseñar de forma completa. No solo hablo de lo que dice un libro, sino que incluyo las historias, los conocimientos y las cosas importantes de todos los pueblos de Ecuador. Juntos en clase, vemos si hay ideas viejas o estereotipos en los libros y los corregimos. También me aseguro de que el aula sea un lugar seguro y justo para todos los estudiantes. Quiero que cada niño, sin importar de dónde venga, se sienta valorado y tenga las mismas oportunidades para aprender. Adapto cómo enseño para que todos entiendan, y siempre animo a mis alumnos a conversar y a compartir sus propias culturas con respeto. Por último, los ayudo a pensar por sí mismos y a actuar. Les enseño a ver cuándo algo no es justo y a no quedarse callados. Los animo a buscar soluciones y a defender lo que es correcto. Y yo, como maestra, siempre sigo aprendiendo sobre cómo enseñar de esta forma, para que lo que hago en clase ayude de verdad a construir un mundo más justo.