El sadomasoquismo, entendido como la práctica consensuada de infligir o recibir dolor y humillación con fines eróticos, se diferencia sustancialmente de un abuso sexual con violación en términos médico-legales. En el sadomasoquismo, todas las personas involucradas han dado su consentimiento explícito, informado y voluntario, y se establecen límites claros y negociados que permiten mantener la seguridad física y emocional durante la actividad (Newmahr, 2011; Weiss, 2011). Desde un punto de vista médico-legal, el consentimiento informado es un principio fundamental que legitima la práctica, siempre y cuando los actos no superen los límites del daño físico real o irreversible (World Health Organization, 2022). En contraste, la violación implica la realización de actos sexuales sin consentimiento, empleando fuerza, coacción o manipulación, y constituye un delito penal y una violación de los derechos humanos (World Health Organization, 2022). El médico forense juega un papel clave en diferenciar entre estas situaciones, evaluando el contexto de la relación, la existencia de lesiones, la narrativa de la persona afectada y la posible presencia de señales de coacción o incapacidad para consentir (López Moreno et al., 2020). Por ello, resulta esencial que como profesionales de la salud tengamos claridad sobre estos conceptos para garantizar tanto la protección de las víctimas como el respeto a las prácticas sexuales consensuadas y seguras.
Desde el punto de vista médico-legal, los signos clínicos y contextuales que ayudan a diferenciar una práctica sadomasoquista consensuada de una violación incluyen la historia de la paciente, la localización y el tipo de lesiones, el estado emocional y los hallazgos en el examen físico. La paciente que ha participado en una práctica de sadomasoquismo, suele narrar el consentimiento explícito, la negociación previa y la ausencia de coacción, así como la presencia de lesiones superficiales y simétricas en áreas comúnmente asociadas a estas actividades, como nalgas, espalda y muslos (Newmahr, 2011). Además, puede presentar un estado emocional estable y sin signos de trauma psicológico significativo. Por el contrario, en la violación, las lesiones suelen ser más severas, en áreas como genitales, cara o cuello, acompañadas de signos de defensa como arañazos o moretones en antebrazos, y la paciente presenta síntomas de angustia intensa, disociación o miedo (World Health Organization, 2022; López Moreno et al., 2020). El médico forense debe tener en cuenta estos signos para diferenciar entre una práctica sexual consensuada y un delito de abuso, siempre respetando la autonomía y dignidad de la paciente.
Referencias:
-
López Moreno, A., García García, E., & de la Iglesia Caruncho, D. M. (2020). La valoración médico-forense en casos de violencia sexual. Revista Española de Medicina Legal, 46(3), 133-141. https://doi.org/10.1016/j.reml.2020.06.001
-
Newmahr, S. (2011). Playing on the Edge: Sadomasochism, Risk, and Intimacy. Indiana University Press.
-
Weiss, M. D. (2011). Techniques of Pleasure: BDSM and the Circuits of Sexuality. Duke University Press.
-
World Health Organization. (2022). Sexual violence. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/violence-against-women