Estoy de acuerdo con lo que se ha planteado anteriormente sobre la necesidad de adoptar medidas sostenibles desde lo local. Quisiera añadir que, además de la educación y las políticas públicas, el cambio climático también requiere una transformación cultural. Muchas veces, el consumismo excesivo y el desinterés por la naturaleza refuerzan conductas dañinas para el entorno. Por ejemplo, el uso indiscriminado del automóvil o el desperdicio de alimentos son hábitos que debemos revisar. Las fluctuaciones climáticas no solo afectan al campo, sino también a las ciudades, con olas de calor más intensas, lluvias torrenciales e incluso problemas de salud pública. Fomentar valores como la empatía hacia las futuras generaciones y el respeto por la naturaleza podría ser el primer paso hacia un cambio más profundo.