Comparto plenamente la visión planteada sobre el turismo en zonas con clima impredecible, como ocurre en muchas regiones de la Sierra ecuatoriana. El turismo tiene un enorme potencial para generar ingresos y fortalecer la economía local, especialmente cuando se aprovechan las tradiciones, paisajes y sitios culturales únicos que ofrece la zona. Sin embargo, el clima variable representa un desafío real que no puede ser ignorado.
La lluvia inesperada y los caminos difíciles afectan la experiencia del visitante y la viabilidad de eventos planificados, lo que a su vez provoca pérdidas económicas y desanima a los inversionistas. Por eso, coincido en que es fundamental implementar infraestructuras adecuadas, como espacios cubiertos y señalización clara, que permitan que las actividades turísticas se desarrollen con mayor seguridad y continuidad, independientemente de las condiciones climáticas.
Además, promover campañas de turismo responsable y adaptado al contexto climático es clave para educar tanto a visitantes como a la comunidad local sobre la importancia de cuidar el entorno y planificar con flexibilidad. Involucrar a los jóvenes en proyectos sostenibles no solo garantiza la continuidad del turismo, sino que también impulsa la innovación y el compromiso social, creando un modelo turístico resiliente que no dependa únicamente del “buen tiempo”, sino de una buena organización y planificación.