Nombres: Hernán Patricio Velastegui Rosero
Fecha: 23/05/2025
Curso: 6to Semestre “B”
Este reciente accidente en la Panamericana Sur, donde un camión perdió el control y colisionó con un autobús interprovincial, es una de las muchas tragedias que se repiten con dolorosa frecuencia en el Ecuador. Este tipo de siniestros no deberían sorprendernos, pero sí deberían escandalizarnos. Porque cada accidente evitable representa no solo una falla mecánica o un error humano, sino un síntoma más profundo: la fragilidad de nuestra cultura vial.
Cuando hablamos de conducción irresponsable nos enfrentamos a una verdad incómoda. No se trata solo de aquel que conduce ebrio o acelera temerariamente, sino también de quienes ignoran normas básicas, se confían del azar o se sienten invulnerables tras el volante. El exceso de velocidad no es ni un acto heroico ni una habilidad especial de la que deberías sentirte orgulloso, sino una apuesta temeraria con la vida propia y ajena como moneda de cambio.
Lo peor de todo es que los ciudadanos en el Ecuador ya hemos normalizado esas actitudes, quien no ha escuchado que siempre que este un taxi cerca de ti en la calle de las ciudades debes estar con mucho ojo, o lo mismo en la carretera con los autobuses, tenemos tan normalizado estas actitudes irresponsables al manejar que hasta sabemos quiénes tienden a formar parte de esos grupos de choferes irresponsables.
Nos hemos acostumbrado a que los accidentes sean notas de periódico, e incluso muchos esperan que así siga siendo, los editores prefieren siempre tener que formular la noticia de un accidente que de algo que sume y aporte de buena manera a la población, todo porque estas noticias desgarradoras, venden más, ya sea por el morbo o por la curiosidad. Pero detrás de cada número. cada noticia, hay una familia rota, un proyecto de vida truncado, un vacío que ninguna indemnización ni castigo puede llenar.
Frente a esta realidad, surge una pregunta inevitable: ¿es suficiente con obtener una licencia de conducir cada cinco años sin mayor seguimiento? ¿Podemos confiar en que un examen aprobado en un momento puntual de la vida garantiza la idoneidad perpetua para conducir?
La respuesta, a todas luces, es no.
Así como las condiciones físicas y psicológicas de las personas cambian con el tiempo, también debería hacerlo su derecho a conducir. La conducción es una responsabilidad dinámica que requiere reflejos, criterio, atención plena y respeto por las normas. Por ello, la implementación de reevaluaciones periódicas para conductores no debe verse como una carga burocrática, sino como una medida esencial de prevención.
Reflexionar sobre estas muertes no nos devolverá las vidas perdidas. Pero puede, si actuamos con firmeza y responsabilidad, evitar que tengamos que lamentar nuevas pérdidas en el futuro. Porque cada vida que se apaga en las vías es una lección ignorada… y ya es hora de aprender.