Estoy de acuerdo con la importancia que se le otorga a las emociones en el aprendizaje de las matemáticas, ya que como futuros docentes debemos entender que el aspecto emocional no es un complemento, sino una parte central del proceso educativo. Sin embargo, me parece importante cuestionar por qué, si existe tanta evidencia de este vínculo entre emociones y rendimiento, todavía persiste una práctica docente que prioriza el cumplimiento de contenidos sobre el bienestar emocional de los estudiantes.
Muchas veces, el sistema educativo presiona a los docentes a enfocarse en resultados medibles, como pruebas estandarizadas, dejando poco espacio para atender las emociones o promover metodologías centradas en el estudiante. Esto genera una contradicción pedagógica: se habla de educación integral, pero en la práctica se deja de lado el componente afectivo, sobre todo en asignaturas como matemáticas, que tradicionalmente han sido enseñadas desde una perspectiva fría y rígida.
Muchas veces, el sistema educativo presiona a los docentes a enfocarse en resultados medibles, como pruebas estandarizadas, dejando poco espacio para atender las emociones o promover metodologías centradas en el estudiante. Esto genera una contradicción pedagógica: se habla de educación integral, pero en la práctica se deja de lado el componente afectivo, sobre todo en asignaturas como matemáticas, que tradicionalmente han sido enseñadas desde una perspectiva fría y rígida.