La renuncia de Diana Salazar como fiscal general del Estado marca el cierre de una etapa significativa para la justicia ecuatoriana. Más allá de los matices políticos y las controversias que pudo enfrentar durante su gestión, su salida pone sobre la mesa varias reflexiones clave sobre el poder, la institucionalidad y la integridad pública.
Primero, su decisión de no perpetuarse en el cargo, pese a estar habilitada legalmente para seguir en funciones prorrogadas, envía un mensaje poderoso: el compromiso con la democracia también implica saber cuándo retirarse. En un país donde muchos se aferran al poder, su renuncia voluntaria refleja una ética pública que escasea.
Segundo, su mensaje de despedida resalta el costo personal de ejercer un cargo tan expuesto en un entorno marcado por la violencia, la corrupción y la presión política. Que haya decidido radicarse fuera del país sugiere que ejercer la justicia en Ecuador no solo implica valentía institucional, sino también un riesgo personal real.
Finalmente, su llamado a la ciudadanía para que permanezca vigilante recuerda que la justicia no se sostiene solo desde las instituciones, sino también desde la sociedad civil. Es una invitación a no delegar completamente el poder, sino a ejercerlo de forma activa, crítica y responsable.
Diana Salazar se va, pero deja un legado que será juzgado por los resultados de su gestión y por la capacidad de quienes le sucedan para continuar —o desmantelar— lo que ella inició. La verdadera prueba de su paso por la Fiscalía será si las instituciones se fortalecen tras su salida o vuelven a los viejos patrones de impunidad.
Fuente:https://www.primicias.ec/politica/fiscal-diana-salazar-deja-fiscalia-ecuador-wilson-toainga-96648/