Título: "Cayó el correísmo, pero la Asamblea quedó en manos de improvisados: el país cambia de dueños, no de rumbo"
Fecha: 14 May, 2025
Reflexión/ Interpretación:
El desplazamiento del correísmo de la Asamblea Nacional representa, a mi juicio, un parteaguas en la historia política reciente del Ecuador. Por primera vez en más de una década, el bloque que dominó con mano firme el Legislativo pierde el control, y eso no es un simple cambio de nombres o de bancadas: es la caída simbólica de una era que, con sus luces y sombras, modeló el quehacer institucional del país. Lo que se ha configurado con la elección de Niels Olsen y de Mishel Mancheno no es solo una victoria del oficialismo de Noboa, sino un reacomodo de fuerzas que evidencia que el correísmo, hoy, está políticamente aislado y debilitado.
Pienso que este momento exige prudencia, porque si bien es cierto que el oficialismo ha logrado una mayoría funcional, no puede cantar victoria aún. Lo ocurrido con la segunda vicepresidencia lo demuestra: los bloques que lo sostienen lo hacen con acuerdos tácticos, frágiles, y en muchos casos, contradictorios entre sí. El PSC coopera, pero con un pie fuera; Pachakutik está dividido, y su capacidad de decisión como bloque ha sido erosionada por disputas internas y ambigüedad ideológica. En este contexto, la gobernabilidad que se promete puede evaporarse si no se construye sobre bases más sólidas y transparentes.
Me llama especialmente la atención el discurso que han adoptado figuras como Azín y Olsen, con llamados a la moderación, al respeto, al fin de los pactos oscuros y al servicio a la ciudadanía. Son palabras potentes, sí, pero necesitan traducirse en hechos concretos. La ciudadanía está harta de promesas. La Asamblea ha sido, durante años, un espacio de pugnas, chantajes y beneficios particulares. Si realmente se quiere transformar la institución, habrá que desmantelar esas prácticas y someterse a una fiscalización pública implacable.
Ahora bien, no puedo dejar de ver con recelo la presencia de la madre del presidente encabezando la sesión inaugural y ostentando el liderazgo de la lista más votada. Aunque formalmente no hay ilegalidad, éticamente se dibujan zonas grises. La cercanía familiar en el ejercicio del poder político despierta cuestionamientos válidos sobre la concentración de poder y el uso de recursos públicos con fines patrimoniales. El hecho de que Azín recuerde el legado de Álvaro Noboa y la transformación del PRIAN en ADN podría interpretarse más como una dinastía política que como una renovación real.
Por otro lado, considero preocupante el episodio de Mónica Salazar. Que una legisladora, elegida bajo las siglas de un partido, se cambie de bando apenas toma posesión y sea recompensada con un cargo, alimenta la percepción de que los principios ideológicos se subordinan a los intereses. Las acusaciones de "traición política" que vinieron desde el correísmo no están vacías: muestran que las lealtades partidarias son cada vez más líquidas, y que el transfuguismo sigue siendo una moneda de cambio para la gobernabilidad.
En definitiva, lo que ha ocurrido el 14 de mayo no es el fin de una era, sino el inicio de otra que aún está por definirse. El correísmo ha perdido poder, sí, pero eso no garantiza que el nuevo bloque lo utilice mejor. El país necesita más que alianzas momentáneas: requiere una visión de Estado, un compromiso auténtico con la institucionalidad, y una Asamblea que no solo prometa ser motor del cambio, sino que lo demuestre con leyes útiles, debates de altura y una conducta ejemplar. Lo diré claro: no se trata de quién tiene la mayoría, sino de qué hace con ella.