Desde mi perspectiva, el principio del principialismo que se basa en la justicia y la equidad es fundamental en cualquier práctica ética, especialmente en áreas como la salud y la psicología clínica. La justicia no se trata solo de dar a todos por igual, sino de reconocer que cada persona tiene contextos, historias y necesidades diferentes. Por eso, hablar de equidad es hablar también de sensibilidad humana, de empatía, de ver al otro más allá del diagnóstico o la situación externa.
Considero que aplicar la justicia desde este enfoque implica un compromiso profundo con la dignidad del otro: darle lo que realmente necesita para tener las mismas oportunidades de bienestar, cuidado y desarrollo. No se trata de medir con la misma regla, sino de ofrecer condiciones reales para que cada persona pueda sanar, crecer o simplemente ser tratada con respeto. La equidad, en ese sentido, es un acto de amor y humanidad, no solo un criterio teórico.