El principio que más me llamó la atención es el de “no maleficencia”, porque, aunque en teoría parece simple, en la práctica se vuelve uno de los más difíciles de aplicar. Lo que más me impacta de este principio es que nos hace enfrentar momentos en los que tomar la decisión correcta no es nada fácil, pues es complicado el distinguir cuando una acción, aunque dolorosa o dañina, puede estar justificada por un bien mayor. Sin embargo, un aspecto positivo de este principio es que no se limita solo a evitar el daño, sino que también buscar la manera de minimizar el daño cuando no se puede evitar por completo.