Pregunta 1: ¿Creen ustedes que la comunicación efectiva es un eje fundamental en el ámbito jurídico? ¿Por qué?
¡Absolutamente sí! La comunicación efectiva no solo es un eje fundamental en el ámbito jurídico… ¡es su columna vertebral! El Derecho no es una ciencia muda ni una colección de normas inertes: es un arte de relaciones humanas, y por tanto, de palabra viva. El abogado que no comunica, fracasa. Puede conocer todos los códigos, doctrinas y jurisprudencias del planeta, pero si no sabe explicar, persuadir y conmover, no es más que un jurista de escritorio, incapaz de transformar la realidad.
En cada juicio, en cada negociación, en cada contrato, lo que está en juego no es solo la ley, sino la interpretación y el convencimiento. La comunicación —con claridad, precisión y elegancia— es el vehículo que transporta la justicia desde el papel hacia la vida.
Pregunta 2: ¿Qué consecuencias puede traer una comunicación deficiente en el ejercicio del Derecho?
Las consecuencias de una comunicación deficiente en el ejercicio del Derecho son, permítanme decirlo con toda claridad, nefastas y peligrosas. Un abogado que se expresa mal no solo arruina un argumento: arruina vidas, arruina causas justas, arruina la confianza de quienes han puesto su destino en sus manos. Un error de redacción puede significar la pérdida de una herencia, una ambigüedad en un contrato puede provocar un litigio millonario, una defensa mal articulada puede llevar a un inocente a prisión.
La torpeza comunicativa en el Derecho no es un simple defecto… ¡es una traición al cliente y a la profesión! Porque el abogado es un intérprete entre la ley y la realidad, y si falla en transmitir con nitidez, justicia y fuerza, entonces pierde su razón de ser.