1. Identificar disfunciones del movimiento y la función corporal
Detectar alteraciones en el sistema musculoesquelético, neurológico, respiratorio o cardiovascular que afecten la movilidad, la fuerza, la coordinación o la postura.
2. Determinar el origen funcional del problema
Analizar si los síntomas provienen de una disfunción biomecánica, neuromuscular, postural, respiratoria, etc., más allá del diagnóstico médico.
3. Establecer prioridades terapéuticas
Permite definir qué problema debe abordarse primero para lograr una mejora funcional efectiva y segura.
4. Formular un plan de tratamiento personalizado
Sirve como base para diseñar objetivos terapéuticos y seleccionar las técnicas fisioterapéuticas más adecuadas para cada paciente.
5. Prevenir complicaciones o recaídas
Al identificar factores de riesgo o patrones de movimiento anormales, el fisioterapeuta puede intervenir para evitar futuras lesiones o empeoramiento del estado funcional.
6. Evaluar la evolución del paciente
El diagnóstico fisioterapéutico actúa como punto de referencia para comparar progresos durante y al final del tratamiento