La intervención basada en la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF) permite al fisioterapeuta abordar la rehabilitación desde un enfoque integral y centrado en la persona. A diferencia de los modelos tradicionales que se enfocan solo en la patología, la CIF considera cómo esa condición afecta la funcionalidad, la participación y la calidad de vida del paciente. En este modelo, la intervención no se limita a tratar el síntoma, sino que busca mejorar las funciones corporales, facilitar las actividades diarias y favorecer la participación activa del individuo en su entorno social, familiar y laboral.
Durante la intervención, se analizan los factores personales y ambientales, lo que permite adaptar el tratamiento a las necesidades reales del paciente. Por ejemplo, si una persona con artrosis tiene barreras arquitectónicas en casa, el fisioterapeuta puede proponer estrategias para modificar el entorno o enseñar técnicas compensatorias. Además, se establecen objetivos funcionales realistas, medibles y alcanzables, con base en la evaluación previa.
La CIF también facilita el trabajo interdisciplinario, ya que su lenguaje estandarizado permite la comunicación entre diferentes profesionales de la salud. En resumen, la intervención según la CIF promueve una rehabilitación más efectiva, humanizada y contextualizada, centrada no solo en la enfermedad, sino en la capacidad del paciente para vivir de forma activa y autónoma.