Mary Shelley escribió Frankenstein o el moderno Prometeo con la intención de advertir sobre los peligros del avance científico desmedido y sin responsabilidad ética, cuestionando los límites entre la creación y la destrucción. A través de la historia de Victor Frankenstein y su criatura, Shelley reflexiona sobre la soledad, el rechazo social y la necesidad humana de afecto y pertenencia, al mismo tiempo que critica el egoísmo del genio solitario que, cegado por su ambición, ignora las consecuencias de sus actos. Inspirada por el mito de Prometeo, quien desafió a los dioses al entregar el fuego a la humanidad, la autora establece un paralelismo entre el castigo del titán y la tragedia que sufre Frankenstein por haber transgredido las leyes naturales. Así, la novela no solo funciona como una obra de ciencia ficción temprana, sino también como una profunda meditación sobre la moral, la responsabilidad y el costo de jugar a ser Dios.