La intención de Mary Shelley al escribir Frankenstein o el Prometeo moderno fue en gran parte explorar los límites de la ciencia, la responsabilidad moral del ser humano y las consecuencias de jugar a ser Dios. Shelley escribió la novela en 1818 en un contexto de avances científicos rápidos y debates sobre los límites de la creación humana inspirada por las ideas del Romanticismo buscaba también advertir sobre el peligro de dejarse llevar por la ambición sin considerar las consecuencias éticas.