Después de leer y analizar los archivos sobre COOPERACIÓN ACADÉMICA, se puede menconar que la cooperación académica internacional debe concebirse un eje estructural para el desarrollo de las instituciones de educación superior en América Latina. Tal como lo evidencia el caso de la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo (AUGM), la articulación multilateral dentro del MERCOSUR ha demostrado que es posible generar movilidad, intercambio de saberes y producción conjunta de conocimiento sin depender exclusivamente de países del Norte Global. Sin embargo, este modelo enfrenta desafíos estructurales que van desde la dependencia de fondos variables hasta la necesidad de consolidar políticas de largo plazo, es así que, resulta urgente un cambio necesario en estrategias integrales que garanticen sostenibilidad, equidad y reciprocidad en la cooperación.
La experiencia de la Universidad de Sonora (UNISON) permite observar otra cara del fenómeno, aunque existen avances significativos en la firma de convenios y proyectos de movilidad, la falta de una política de internacionalización explícita ha limitado el impacto real de estas iniciativas. En este contexto, la estrategia de internacionalización debe estar alineada con las necesidades locales y con una visión clara de hacia dónde se quiere proyectar la universidad, caso contrario, se corre el riesgo de caer en una “internacionalización de fachada” que no transforma sustancialmente la calidad educativa ni la investigación.
Por otro lado, el caso colombiano se expone que no todas las universidades están en igualdad de condiciones para cooperar, ya que existen limitaciones presupuestarias, las brechas en el manejo de idiomas y la falta de capacidades organizativas, lo que hacen que solo unas pocas instituciones concentren las oportunidades de cooperación internacional, por ello, es importante que no solo baste con incentivar la cooperación; es imprescindible democratizar el acceso a ella.
Entendido así, la cooperación académica internacional solo cumplirá su verdadero potencial si se la asume como una estrategia de transformación institucional, para ello, es necesario repensar el papel de las universidades y reconocer que la producción del conocimiento ya no puede ser una tarea aislada. Además, la cooperación académica debe orientarse a la generación de redes horizontales, a la construcción conjunta de soluciones a problemas comunes y al fortalecimiento del sentido público de la educación superior, solo así podrá cumplir con su promesa de ser una vía efectiva para el desarrollo sostenible, la equidad y la integración regional.