Desde un punto de vista bioquímico, la célula trabaja todo el tiempo para mantener la homeostasis, que es el equilibrio interno necesario para que todo funcione bien. Para lograrlo, la célula tiene que controlar muchas cosas, como su temperatura, el nivel de agua, los nutrientes y los desechos. Un ejemplo sencillo es cuando hacemos ejercicio. Las células musculares necesitan más energía, así que usan la glucosa (un azúcar) y el oxígeno para producir ATP, que es la “moneda” de energía de la célula. Esto ocurre en una parte de la célula llamada mitocondria, y es posible gracias a reacciones químicas muy bien organizadas. Otro ejemplo es cómo la célula regula el paso de sustancias por su membrana. Si hay mucha sal fuera de la célula, por ejemplo, esta trata de equilibrar el paso de agua y sales para no deshidratarse. Todo esto muestra cómo las células usan procesos bioquímicos para mantenerse estables y funcionar bien.