Como comunicadores, tenemos la responsabilidad de visibilizar las diversas formas de ser y de sentir, mostrando historias reales, voces que han sido silenciadas y perspectivas que rompen con los estereotipos tradicionales. Debemos fomentar narrativas inclusivas en las que todas las identidades sean reconocidas con dignidad, sin burlas, sin prejuicios y sin etiquetas discriminatorias.
Los medios, los discursos y los mensajes que compartimos pueden reforzar estigmas o, por el contrario, abrir caminos hacia la comprensión, la empatía y el respeto. Además, debemos educar desde la comunicación. Usar nuestras plataformas, proyectos y espacios para generar conversaciones que cuestionen lo normativo, que inviten a la reflexión y que promuevan la aceptación de la diversidad como un valor, no como una amenaza.
Se trata de comunicar con conciencia, con ética y con el firme propósito de construir una sociedad más justa y humana para todas las personas, sin importar cómo se identifiquen.