El aula es un laboratorio pedagógico potencial para formar investigadores.
Esta frase nos da entender que el aula más allá de un espacio de transmisión de contenidos. Nos propone verla como un entorno dinámico, en el que se puede experimentar, observar, reflexionar y generar conocimiento, tal como ocurre en un laboratorio. Desde esta perspectiva, el docente no solo enseña, sino que también aprende, y los estudiantes no solo reciben información, sino que participan activamente en procesos de investigación. Y abarca una visión transformadora de la educación, ya que cuando el aula se convierte en un laboratorio pedagógico, se fomenta el pensamiento crítico, la curiosidad científica y la autonomía del estudiante. Además, posiciona al docente como un guía que construye conocimiento junto con sus alumnos, permitiendo una formación más significativa y contextualizada. Esto requiere romper con modelos tradicionales y abrir espacios para el ensayo, el error y la innovación.
Se investiga para enseñar y enseñar lo que se investiga.
esta frase nos indica la relación vital entre investigación y docencia. Investigar no debe ser una tarea aislada del quehacer docente; al contrario, investigar nutre la enseñanza, la hace más rica, actual y relevante. A la vez, enseñar lo que se investiga convierte al aula en un canal activo de divulgación del conocimiento vivo, no solo de teorías pasadas y adoptar esta filosofía implica que el docente debe ser un investigador permanente. Así, no enseña verdades absolutas, sino que promueve una cultura de cuestionamiento constante. Esto también permite que los estudiantes aprendan a aprender, ya que participan de procesos genuinos de descubrimiento. En última instancia, esta integración crea una educación más pertinente, capaz de responder a los desafíos del contexto social, científico y cultural.